Es posible que el comunismo haya perdido la batalla y que la Unión Soviética sea sólo un recuerdo, pero León Trotsky todavía es una figura dominante en las altas planicies andinas, para sorpresa de las mineras internacionales como Battle Mountain Gold Corp.
Los líderes sindicales, que reverencian al difunto teórico ruso, dicen que no quieren que los inversionistas privados _en particular extranjeros_ compren la abrumada mina estatal Huanuni, donde trabajan. Un minero con una gorra del equipo estadounidense de baloncesto profesional Chicago Bulls cuenta cómo un grupo de mineros ahuyentó con picos y palas al último grupo de inversionistas que fueron a inspeccionar la rica veta de estaño.
En contraste, a Félix Calla no le importa demasiado Trotsky. Calla, cuyos padres se dedican a criar llamas, está agachado frente a una pantalla de computadora mientras le sigue la pista al mineral y pasa por enormes moledoras en una mina que pertenece a Inti-Raymi SA., división de Battle Mountain.
Inti-Raymi está situada a menos de 170 kilómetros de Huanuni, pero podría estar a un siglo de distancia. La gigante mina a tajo abierto produce más oro al año con 318 trabajadores que lo que producen 20.000 pequeños mineros. Cuando no está paralizada por las huelgas, Huanuni funciona con un equipamiento que data en su mayoría de antes de la nacionalización de 1952.
El futuro del altiplano El gobierno de Bolivia observa el futuro del altiplano, las planicies áridas pero ricas en minerales que cubren casi la mitad del país, en función de proyectos como el de Inti-Raymi, valorado en US$240 millones y que hoy produce casi el 10% de los US$1.200 millones en exportaciones anuales del país.
El gobierno quiere que compañías privadas inviertan en minas como Huanuni, propiedad de la estatal Corporación Minera de Bolivia (Comibol). También planea vender Vinto, una de las mayores plantas de fundición de estaño del mundo.
Comibol ha sido motivo de gran orgullo para los bolivianos desde que el levantamiento popular de 1952 acabara con el control que tenían tres familias sobre las ricas vetas de plata y estaño del altiplano. Pero hoy Comibol no tiene dinero ni futuro , dice José del Solar, uno de los directores de la compañía. Y sin nueva inversión privada, el altiplano no tiene futuro .
Las firmas privadas están respondiendo. Además de una gran cantidad de mineras canadienses relativamente pequeñas, los pesos pesados como Barrick Gold Corp., de Toronto, y RTZ Corp, de Gran Bretaña, recorren Bolivia en busca de oportunidades. Se espera que cuatro grupos que incluyen a Rennison Goldfields Consolidated Inc., de Australia, y una división de Mining Corp., de Malasia, participen en las licitaciones de Vinto, Huanuni y otra mina, a subastarse este año.
Pero donde Del Solar y otros ejecutivos ven oportunidades, los mineros ven una amenaza a sus medios de vida.
Por ahora, la alternativa a un empleo del gobierno es picar piedras en el lecho de un río, recolectar los pedacitos de estaño y vendérselos a intermediarios, lo que les permite ganar US$1 en un buen día. La otra opción es irse a la selva a cultivar hojas de coca. Si computarizan la planta de procesamiento , dice un minero de Huanuni que no quiso dar su nombre, ahí se van 20 empleos .
Quizá sea así, pero Inti-Raymi muestra que los proyectos que requieren más capital ofrecen esperanzas a una región donde las condiciones de vida son más parecidas a las de Africa que al resto de América Latina.
La empresa ha establecido una fundación con un presupuesto anual de US$450.000 para capacitar a maestras y enfermeras locales, perforar pozos de agua potable y hasta dirigir una tienda de regalos en La Paz, capital del país, donde venden tejidos de alpaca elaborados por las esposas de los mineros.
Un medida del impacto: los niños nacidos en los pueblos que rodean Inti-Raymi pesan mucho más al nacer que el promedio de los recién nacidos del altiplano.
Las ventajas Los líderes sindicales alegan que las exportaciones de Inti-Raymi no crean muchos empleos, evaden el pago de impuestos y el gobierno no puede hacer nada al respecto. Simplemente se saca el oro del país , dice Jorge Albarracín, diputado radical que representa a los mineros. Con la privatización, agrega, las ventajas son para los propietarios, no para los trabajadores .
Gonzalo Ramiro no está tan seguro. Mientras camina por la derruida fundición de Vinto, dice que está convencido de que sólo el capital extranjero puede darle a la industria minera de Bolivia una nueva oportunidad de vida. Como él dice, La soberanía no se puede comer.
Fuente; El Tiempo
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