Las trabajadoras denunciaron que sufren discriminación, violencia, falta de atención médica y carencias para acceder al agua potable.
Superó el cáncer, soporta los insultos, sabe que cualquier una de sus compañeras de trabajo día morirá y aún así cada día regresa al lugar donde sufre todas esas penurias: la mina. La vida de María Flor Soto es la incesante búsqueda de oro en el lugar donde siempre se acerca a la muerte: la barranquilla.
Ella y sus compañeras son llamadas barranquilleras. Ellas son parte de la cadena extractiva de la minería. Ellas a diferencia de las palliris y los mineros, no escogen metales preciosos en la bocamina, tampoco se internan en el socavón.
“Nos metemos al río, ahí sacamos las piedras y vemos si queda algo de oro”, explica Flor Soto, una barranquillera que trabaja en la zona minera de Tipuani.
Ella es parte del encuentro denominado Mujeres mineras en Bolivia, impulsado por la Organización de las Naciones Unidas. En el evento varias dirigentes de diversos sectores de Bolivia expusieron las problemáticas que se viven en el rubro de la minería.
Discriminación, falta de acceso a la salud, escasez de agua, violencia y nulas oportunidades para iniciar emprendimientos son algunas de las problemáticas que enfrentan cada día.
“Hay discriminación. De la asociación a la que pertenezco yo soy la única mujer. A veces los hombres no quieren que las mujeres entren a la mina. Dicen que damos mala suerte, entonces no nos muestran los caminos al interior mina, quieren que abandonemos”, cuenta María Gutiérrez, quien es parte de la red nacional de mujeres mineras.
Gutiérrez se internó en la mina después de que su esposo murió, cuando vio que los hombres tenían doble ingreso, uno por las divisiones y otro por encontrar oro.
“Nos dicen rateras, flojas y prostitutas”, denuncia Soto, sobre el trato de los mineros hacia las barranquilleras. Explica que deben soportar todos esos insultos para conseguir algo de oro y en consecuencia dinero.
Cuando tienen suerte pueden encontrar hasta dos gramos de oro (equivalente a 400 bolivianos), pero cuando no, sobreviven con uno o dos palos (tipo de medida, cada palo equivale a 40 bolivianos) a la semana. “Es triste trabajar todo el día cargando piedras en el río y al final no encontrar nada”, dice.
“Nosotras sufrimos mucho de infección urinaria, es que nos internamos al río que está contaminado con mercurio”, comenta Mayra Flores, quien trabaja de barranquillera en el sector de Chima. En ese sector cada persona debe buscar los medios para pagar sus tratamientos.
“Nosotros damos cuotas”, expone Soto, sobre su región. Según ella, cada persona que sufre algún percance en la barranquilla, es apoyada por los otros compañeros. Cerca de 60 personas componen la asociación que Soto dirige.
“Uno nunca sabe cuándo regresará a casa”, dice. Y es que en este sitio ocurren constantes accidentes que le quitan la vida a las barranquilleras. “Los cooperativistas y los mineros tradicionales ya están asegurados, pero nosotros no”, añade.
Hace casi un año sucedió algo que la obligó a alejarse de los montículos de piedras que botan los mineros. “Era las 19:00 e ingresamos a trabajar, una compañera sacó una piedra grande y de repente la tierra la enterró. La sacamos viva, tenía unas cortaduras y se había lastimado el pulmón. ‘Vas a cuidar a mis hijos’, fue lo último que le dijo a su esposo”, cuenta.
Ella recuerda que la mujer murió camino a Guanay, porque en Tipuani no hay hospitales. Esa noche su compañera dejó a 10 hijos en la orfandad.
Escasez de agua
- Oruro La minera Elvira Aguilar denunció que a su comunidad, en Oruro, reciben cinco bidones de agua cada dos días. La escasez de agua potable hace que los niños se enfermen de diarreas. Pidió la construcción de pozos de agua, para solucionar su problema.
- Demanda Una de las asesoras en temas de agua explicó que los problemas de escasez de agua y alcantarillado también ocurren en zonas mineras de La Paz y Potosí.
Fuente; Pagina SIETE
Leave a Reply