Informe Amazonía Saqueada muestra en un mapa más de 2.000 puntos en los que se ha identificado la actividad ilegal. Se han establecido 96 áreas naturales protegidas con presencia de minería ilícita dentro del territorio protegido o en la zona de amortiguamiento.

La Amazonía está siendo arrasada por el oro. Un metal que era sagrado para muchos pueblos indígenas porque representaba al sol en la tierra, ahora se ha convertido en una amenaza para sus territorios y para la vida misma de la selva tropical de Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, seis de los países amazónicos de América del Sur.

El especial Amazonia saqueada reporta 2.312 sitios con actividad minera ilegal y 245 áreas de extracción no autorizadas en las que se explota oro, diamantes y coltán. La información ha sido puesta en un mapa interactivo en el que se puede explorar cada uno de los lugares que han sido identificados gracias a la recopilación de imágenes satelitales, reportes de comunidades indígenas de la zona, informes de organizaciones que monitorean los bosques y noticias publicadas en la prensa.

Imágenes de la minería ilegal en el Parque Nacional Canaima, en Venezuela. Foto: Charles Brewer Carias
Imágenes de la minería ilegal en el Parque Nacional Canaima, en Venezuela. Foto: Charles Brewer Carias. 

De todos los puntos mapeados, la mayoría se encuentra en Venezuela (1899), seguido por Brasil (321), Ecuador (68) y Perú (24), precisa el estudio elaborado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) e InfoAmazonía, en coordinación con otras ocho instituciones latinoamericanas.

En cuanto a las áreas, Brasil está en el primer lugar con 132 seguido por Perú con 110, todas ubicadas en Madre de Dios, la región de la Amazonía que tiene la mayor degradación causada por la extracción de oro.

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La diferencia entre puntos y áreas consiste en que los primeros no tienen límites precisos en las imágenes satelitales, pero se identifica la actividad ilegal. En cambio las áreas si tienen contornos definidos de tal manera que se puede ver su extensión desde el aire, explica Julia Jacomini, investigadora de la RAISG. “Estas precisiones han sido importantes para el mapa, pero en el campo, todas son zonas de minería ilegal”.

El mapa de la devastación

Por primera vez, Latinoamérica cuenta con una plataforma regional sobre este problema. El mapa interactivo permite conocer la ubicación exacta de cada uno de los más de 2.000 puntos identificados y saber qué tipo de mineral se extrae de este lugar, si ya ha sido cerrado, si aún está activo y qué maquinarias o insumos se utilizan, entre otros datos.

Mapa muestra más de dos mil puntos identificados con presencia de minería ilegal en la Amazonía. Fuente: RAISG / InfoAmazonía.
Mapa muestra más de dos mil puntos identificados con presencia de minería ilegal en la Amazonía. Fuente: RAISG / InfoAmazonía.

“Tener un mapa con todos los lugares identificados de minería ilegal en la Amazonia es una gran conquista. Por primera vez tenemos una visión panamazónica de este problema y entendemos que la minería ilegal es un problema transfronterizo”, agrega Jacomni.

Para Francisco Román, director científico del Centro de Innovación Científica Amazónica (Cincia), institución que realiza investigaciones en Madre de Dios, también “es relevante que se plantee el problema de la minería ilegal como un tema regional, una amenaza al bosque amazónico al que se debe poner mucha atención porque está creciendo muy rápido”. El investigador agrega que el avance de esta actividad ilegal va por delante de la capacidad de los Estados para reaccionar. “El estudio deja ver, entre líneas, que los reflejos de los Estados no están siendo efectivos ni certeros”, dice.

Madre de Dios es la región de la Amazonía más devastada por efecto de la minería ilegal. Foto: CEVAN / FAP
Madre de Dios, en Perú, es la región de la Amazonía más devastada por efecto de la minería ilegal. Foto: CEVAN / FAP

La minería ilegal está causando efectos devastadores en la Amazonía por la presencia de dragas, barcas y otros equipos utilizados para la extracción de oro que acaban con los bosques, así como por el uso indiscriminado de mercurio que genera daños a la salud de las poblaciones locales -principalmente indígenas- y afecta a ríos y peces.

Las Áreas Naturales Protegidas (ANP) no están libres de las actividades ilegales, pues según el informe, de las 649 ANP identificadas, 55 tienen puntos de minería ilegal activos o balsas dentro de sus límites y 41 sufren daños indirectos, ya sea en áreas de amortiguamiento o en sus fronteras.

Lo que está ocurriendo en la Amazonía se asemeja a una epidemia pues la avidez por minerales valiosos está por todas partes, dice el estudio. “El problema nunca ha sido peor en la historia”, comentó Alicia Rolla, una de las coordinadoras de RAISG.

Un sobrevuelo sobre la Reserva Nacional Tambopata demostró la presencia de minería ilegal dentro de la zona protegida. Foto: Yvette Sierra Praeli.
Un sobrevuelo sobre la Reserva Nacional Tambopata demostró la presencia de minería ilegal dentro de la zona protegida. Foto: Yvette Sierra Praeli.

Según la publicación La realidad de la minería ilegal en países amazónicos, de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, para el 2014 ya había cerca de 600.000 personal dedicadas a esta actividad. Se presume que ahora esta cifra ha aumentado exponencialmente debido al alza del precio del mineral.

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Una mirada regional a la extracción ilegal de oro

En Brasil, la presión de la minería ilegal es intensa sobre la región del río Tapajós donde, además, las comunidades indígenas son amenazadas cuando intentan oponerse a esta actividad no autorizada, según informa un artículo de la Deutsche Welle.

Las ANP ubicadas a lo largo de esta cuenca también están siendo impactadas. Según una investigación del Instituto Socioambiental (ISA) —citado en el estudio—, la Floresta Nacional de Altamira, una zona protegida situada al noroeste del estado de Pará, ha tenido una rápida transformación en los sectores de los ríos Novo, Branco y Jamanxim, donde se ha instalado un campamento minero de 6.5 kilómetros de extensión.

Fuente; Mongabay Latam

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