El fotoperiodista francés retrata y recaba testimonios de quienes trabajan en las entrañas del Cerro Rico y los plasma en su nuevo libro ‘Vale un Potosí’.
Durante más de 25 años, el fotoperiodista francés Miquel Dewever-Plana retrató diversos lugares de América Latina a través de su lente. A trabajos sobre el genocidio en Guatemala y los suicidios en Guayana Francesa, ahora se suma un reportaje fotográfico en las entrañas del Cerro Rico que está plasmado en el libro ‘Vale un Potosí’, publicado por la editorial española Blume.
En total fueron nueve meses los que el francés compartió con los mineros —bajo tierra y en sus comunidades—. Tiempo en el que pudo ver las difíciles condiciones laborales y los motivos que llevan a los protagonistas a trabajar allí.
¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
De adolescente leí el libro ‘Las venas abiertas de América Latina’, de Eduardo Galeano, y ese libro me impactó bastante, lo suficiente por lo menos para influir en mi trabajo fotográfico sobre este continente. Resulta que Galeano empieza su libro hablando de Potosí, como el símbolo del saqueo que se hizo durante los siglos de conquista española y me interesaba mucho poder hablar de esta historia y ver cuál era la situación actualmente, cinco siglos después.
¿Esta era la primera vez que venía a Bolivia?
La primera fue como turista, mucho antes de que yo escogiera hacer este oficio de fotoperiodista. Viajé por toda América Latina y hubo dos países que me impactaron mucho: Bolivia y Guatemala. Seguramente porque desde niño estoy muy fascinado por las culturas indígenas y en esos dos países la mayoría de la población es indígena.
¿Cuáles eran sus expectativas sobre la situación en el Cerro Rico?
La verdad es que no tenía ninguna imagen precisa de la situación. Yo había estado ahí en mi primer viaje, pero no quise ir dentro de las minas porque no me gustaba ese tour que se hace. Me parece ambiguo por qué uno quiere entrar a la mina y ver a esas personas trabajar en esas condiciones. Entonces me negué a entrar cuando era turista y cuando volví tenía muchas ganas de hacer este proyecto.
¿Cómo fue el proceso?
La verdad, no fue tan fácil el primer contacto, porque fue en un momento en el que habían muchos medios de comunicación extranjeros que venían a Bolivia para hablar y criticar la ley que se había votado durante el tiempo de Evo Morales que permitía trabajar legalmente a los niños a partir de 14 años en las minas y claro, desde el punto de vista europeo, eso parecía bastante fuerte, pero muchos no conocen las condiciones de vida de la población boliviana, de los mineros de Potosí.
Al principio pensaban que yo venía a mostrar eso; entonces ha sido algo complicado, pero resulta que por otras fuentes conocí a un jefe de mina. Le expliqué por qué quería hacer este trabajo, le mostré los trabajos que había hecho y ellos aceptaron mi presencia.
La confianza se gana con el tiempo, cuando se dan cuenta que no estás ahí sólo para hacer una foto sino verdaderamente para convivir con ellos.
Y no era sólo darme cuenta de las condiciones de trabajo, sino que me interesaba también saber quiénes son esos hombres y mujeres y por qué siguen trabajando en estas minas, en esas condiciones.
Me fui con ellos, me invitaron a sus comunidades, me invitaron a participar en sus rituales en Potosí y en sus comunidades.
Tenía que ganarme su confianza poco a poco. Cuando vuelves se dan cuenta poco a poco que tu interés es real y que la imagen que quieres dar de ellos es muy diferente de la imagen que se da en general. Entonces poco a poco se abrieron mucho, tuvieron mucho valor de contarme algunas cosas.
Me di cuenta que la gran mayoría de los trabajadores son campesinos, la mayoría viene porque ya la tierra no les da lo suficiente para nutrir a toda la familia y muchos de ellos también escogen migrar a la ciudad para poder ofrecer a sus hijos la oportunidad de ir a la escuela, oportunidad que ellos no tuvieron, y que por eso viven en esas condiciones de miseria.
Entonces es una visión mucho más amplia que sólo el trabajo de minero. Es entender todo ese proceso que hace que un campesino finalmente se desligue de su tierra para llegar a la ciudad, para sobrevivir y para dar un futuro mejor a sus hijos.
Lo que me interesa es que a la par de fotos también se pueda escuchar la voz de esas personas que en general los medios de comunicación no les dan la oportunidad de hablar en su nombre propio. Lo que me interesa cuando uno ve un retrato es también escuchar su voz, escuchar lo que nos está diciendo y la necesidad que tienen ellos de que los escuchemos.
¿Cómo resume la situación actual de los mineros?
Yo vengo de un continente que se llama Europa, donde las condiciones de trabajo y de vida son muy distintas. Es bastante impactante ver las condiciones de trabajo, condiciones muy peligrosas. (Ellos) saben que cada vez que entran en esa mina se matan un poco más. Todos al final caen enfermos de silicosis. Saben que se están matando, saben que al trabajar en las minas pocos de ellos superarán los 50 años y que dejarán viudas y huérfanos. Es el precio que ellos consideran tener que pagar para poder ofrecer una vida mejor a sus hijos.
Nosotros hemos perdido bastante esa manera de ver las cosas. Aquí (en Europa) la vida es mucho más fácil, hay muchos más apoyos sociales, ayudas sociales que no hay en Bolivia. En el libro ‘Germinal’ se cuentan las condiciones de trabajo de los mineros de Francia en el siglo XIX. Y la verdad es que tenía la sensación de estar dentro de ese libro.
Yo creo que nunca sufrí tanto físicamente. Primero porque estamos a más de 4.000 metros de altitud y cuando uno no nace en la montaña, se complica la cosa por la falta de oxígeno. Pero también porque dentro de la mina hay menos oxígeno que afuera, hay vapores de arsénico, hay polvo. Hasta que uno no pasa horas dentro de las minas no se puede dar cuenta de lo que es este sufrimiento físico que uno vive y que ellos viven.
Pero cada día que yo pasaba con ellos, pensaba: “Qué suerte tengo de poder compartir este momento”. Yo, que vengo de un país totalmente distinto, poder pasar esos momentos con ellos, nutrirme de ellos, de sus pensamientos, de su sabiduría. Pensaba que finalmente yo era un hombre muy afortunado de poder vivir ese paréntesis. Que era como vivir otra vida, dentro de mi propia vida.
Fuente; Página siete
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